Balboa: Un sueño. Una historia II

El nombre. ¿Por qué Balboa?

Su deseo inicial era ver su nombre en su Agencia, pero en ese tiempo él era un joven desconocido; y por otra parte, existía una agencia en vía pública poco recomendable, que tenía un nombre similar a su apellido. Era necesario un nombre llamativo, y decidió llamarla Balboa.

Balboa es un nombre español cuya denominación es pegadiza. Además, Balboa es una isla paradisíaca que se encuentra en California, Estados Unidos, en la zona de Newport Beach. Balboa le gustó y decidió registrar su Agencia con ese nombre.

Para su papelería comercial contrató una empresa, en la que su diseñador hizo el primer logotipo de Balboa.

Primeros pasos…

En la Avenida Pueyrredón 1998, esquina José Andrés Pacheco de Melo (pleno Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires), funcionaba “Automóviles Pueyrredón”.  Ahí le cedieron un amplio y confortable sótano a cambio del 33% de las ganancias.  En ese entonces, solo disponía de un magro mobiliario compuesto por un par de caballetes, una tabla de madera que hacía las veces de escritorio y una estantería metálica desarmable (la cual cumplía la función de biblioteca y archivo de papeles de oficina).

Su hermana Beatriz le regaló US$ 300 de aquella época,  que fueron utilizados para abonar  a la papelería comercial y tirar los primeros volantes, los cuales se distribuyeron en algunos edificios y negocios de la zona.  El objetivo: captar la atención de los vecinos… y así comenzó, gracias a esa pequeña inversión, al enorme y permanente esfuerzo en busca de nuevos clientes -trabajando minuciosa y apasionadamente-  que este joven publicista logró superar sus expectativas y objetivos primarios. Fueron tres meses de dedicación, en ese local, a tiempo completo.

Pero cumplidos los tres meses de haberse instalado, decide mudarse. El dueño de la agencia de venta de autos cerraba con llave el local de 12:00 a 14:00 hs. y no le permitía quedarse solo (vaya pseudosocio), justamente en un horario que para Balboa era el de mayor actividad. Se traslada a la oficina de un nuevo cliente, en la localidad de Florida. Nuevamente, le facilitaron un sótano, esta vez, muy, muy pequeño, en la calle Sargento Baigorria 1542. El acuerdo en este caso, era compartir el 50% de sus ganancias y los gastos de una empleada que tenían en común, amén de figurar para el resto de los clientes como un empleado suyo. En noviembre de ese año, cerró el local por duelo, y en enero de 1964, el socio toma la decisión de cerrar la oficina por treinta días, como “estrategia comercial”.

Balboa se traslada de emergencia, y solo por dos o tres días, a casa de los padres de Ernesto, también en el barrio de Florida, porque un buen cliente le ofreció un espacio físico en su negocio inmobiliario y un razonable acuerdo de compartir el 10% de las ventas… no tenía otra opción y se instala allí, en la Avenida San Martín 3086, en Florida.

Esta sería otra etapa, pero siempre con una enorme carga horaria de trabajo, no menor a 14 horas, superándose día a día en honor a Balboa y a los deseos de evolución de su  joven propietario.

El publicista en el cuartel

Tras un año de mucho esfuerzo y tesón, Balboa empezaba a caminar por sí misma, podía pagar un sueldo y tener buen margen de utilidad. Ya contaba con una empleada, lamentablemente inexperta para tomar decisiones, lo cual fue un verdadero problema…  A sus veinte años cumplidos, Ernesto tuvo que responder con la obligación del servicio militar, pero su único pensamiento estaba puesto en Balboa, y el temor de perderlo todo.

Ahí, entró en escena su padre. El dulce Juan, un hombre especial, un papá de lujo, que a sus 62 años de edad y jubilado, se dispuso a brindar una ayuda enorme, trabajando en la pequeña Balboa sin conocimiento del negocio…  a esa edad ¡don Juan aprendió a escribir a máquina!

Ya en el servicio militar y en una de sus visitas al cuartel, su padre le comenta que la empleada lo extorsionó con presentar la renuncia si no aumentaba su sueldo al triple. Él rechazó estas condiciones y se puso totalmente al frente del negocio.  Pero el joven publicista también ayudaba y cumplía con esta rutina diaria: se retiraba del cuartel  a las 18:00 hs., pasaba por la agencia a las 20:00 hs., trabajaba hasta las 23:00 hs., luego iba a casa a darse un baño y nuevamente al cuartel, a dormir, puesto que a las 6:00 hs. tocaban diana, para formación de tropa. Así transcurrió un año, habiendo ocasiones en que por guardia no podía repetir esta rutina, y se sentía mal  sin poder salir para acompañar al “buenazo” de su padre, con su trabajo en su negocio. Sentía que no podía y no debía dejar solo a su pobre viejo querido…  pero así, terminó el servicio militar y escalón por escalón, se fue formando y creciendo Balboa, sobre la base de esfuerzos y sacrificios de todo tipo.

Retomando la rutina…

Luego del año de servicio militar, Ernesto recupera su vida habitual, descubriendo con sorpresa que su padre,  durante ese tiempo, había realizado una excelente gestión en el negocio, ahorrando parte de las utilidades de la agencia, ¡y el propietario de Balboa puede comprar su primer auto!

«…soy un convencido que el camino al éxito, es un recorrido de esfuerzo y grandes sacrificios. No me fue fácil, pero si el premio es el mismo, volvería a repetir la historia. Hoy me siento muy gratificado y orgulloso de ver mi agencia funcionando con un equipo de primera”.

En el año 1965 se muda a la calle Fray Justo Sarmiento 1532, en el barrio de Florida, en donde alquila un garaje. Allí instala su primera oficina independiente, con una empleada y un cadete. Disfrutar de la sensación de montar su propia oficina y dejar de depender de terceros es algo muy satisfactorio. Luego de dos años en ese domicilio, traslada la agencia a un local sobre la Avenida San Martín 2457 (siempre en Florida), más amplio que el anterior. Ya contaba con una empleada y un par de colaboradores. ¡La evolución era notoria!

Junto a los éxitos de la empresa,  el 26 de septiembre de 1967, Ernesto también pasó por la pena de perder a su padre, cuyo esfuerzo y colaboración fueron un constante ejemplo en los desafíos de la vida. Blanca, su madre, había fallecido tres meses antes de iniciar este emprendimiento.

Primeros colaboradores… y la familia crece